sábado, 17 de febrero de 2007

No confíes de todo mundo!


Capítulo II

Hay momentos de felicidad, aquellos recuerdos que nos llenan de satisfacción, aún en los peores tiempos.

Ocurría que en aquella isla de misterio y locura, como es de suponer, no ocurría nada. Lo peor había pasado, la selva quizá representaba una salida a aquella playa sin sentido, paradisiaca y fea, limpia pero llena de malos olores.


Al adentrarme a la selva, encuentro lo que posiblemente fue el cauce de un río, me hacía recordar aquel río que formaba un pozo en las orillas de una playa venezolana; Me guié por aquella especie de camino, ya que posiblemente así, no quedaría camianndo en círculos. Lamentablemente llego a la montaña sin encontrar un ser vivo que me sirva de ayuda.

Me senté y empecé a recrear mi primer viaje sólo en auto, el cual, era de dudosa procedencia, algo dañado por los 40 años que tenía rodando, era de noche, las luces encendían cual vela de pueblo, y yo no sabía ni el camino ni hacia donde me dirigía específicamente, el carro tenía pinta de que en cualquier momento estallaba debido a las chispas producidas por el tubo que colgaba de la parte de atrás.

Al igual que en este momento, tenía una misión clara, aguantar hasta que viniera algomejor, sobrevivir, pero también tenía miedo de lo que podía pasar en el camino, hasta llegar a una salida.

Mientras pensaba en aquella experiencia y me daba ánimos de seguir el camino, escucho ruidos que provienen de más arriba en la montaña. Con cautela me acerco, ¡Qué felicidad!, era gente como yo, no tenían mala pinta. En cuanto pude, me acerqué más y pude saludar a a alguien que se identificó como Lenia, de buena actitud la muchacha; En cuanto pregunté por comida, me llevo una sorpresa: "A buena hora hablas del almuerzo -dice Lenia- estabamos eperando a alguien como tú, nuestro jefe nos dijo que debíamos llevar a todo visitante a su mesa, pero hacía tiempo que no llegaba alguien por aquí, ¡Eres muy arriesgado!" ¡Wao! - pensé- que gente más hospitalaria, acabo de llegar y me llevan a su mesa. el manjar de aquella tarde podría ser algún animal, muchas frutas, que se yo, cualquier cosa, tenía mucha hambre. Llegué a la entrada del jefe y me recibieron de la manera más amable: Golpeándome en la cabeza, dejándome inconsciente.

Desperté en un olla, con olor a sangre y a leña. era obvio, eran los más decentes y ambles ¡CANIBALES! salí de allí sin mucho cuidado, activandose alarmas de toda índole.

De nuevo estaba en la selva, con mucha hambre, siendo el más buscado de aquel lugar, pero con esperanzas de salir, no contando con otro detalle aún más grave....

En aquel momento, la felicidad no hallaba lugar en mi mente.....




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